El camino para dominar la ira
(Resumen traducido del artículo de David Powlison: “Las tres mentiras acerca de la ira y la verdad transformadora”)
¿Cómo puede la enseñanza bíblica sobre la ira ayudarnos a cambiar? Cuando sientas ira, hazte las siguientes 8 preguntas:
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¿Cuál es la situación?
¿Qué es lo me está provocando reaccionar así? Tienes que saber que la ira es provocada por algo. Algo la gatilla y pasa por razones específicas en tiempos específicos y lugares específicos.
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¿Cómo estás reaccionando?
La idea es ayudarte a identificar las formas en que expresas ira. ¿En qué estás pensado en esos momentos? ¿En insultar? ¿Te auto recriminas? ¿Te preocupa lo que la gente va a pensar? ¿Cómo está tu cuerpo, tenso, listo para explotar? ¿Sientes ansiedad? ¿Golpeas? ¿Gritas? ¿Insultas? Estas reacciones son parte de la “sopa de la ira” y son las clásicas “obras de la carne.” Ver Gálatas 5.
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¿Cuáles son tus motivaciones?
Normalmente empezamos a quejarnos porque existen falsas creencias y deseos que nos están guiando. Otra forma de llamarlos es “ídolos.” La forma de identificarlos es preguntándote: ¿Qué es lo que realmente quiero o deseo? ¿Qué es lo que realmente creo? La ira pecaminosa que sientes, al final de cuentas, no es causada por la situación que enfrentas sino por lo que hay en tu corazón, por ejemplo:
∙ Quiero ir a cierto lugar y llegar a la hora que yo quiero: Eso es orgullo.
∙ ¿Qué va a pensar la gente de mi si yo llego tarde?: Eso es miedo al hombre ∙ Quiero tal cosa o necesito tal cosa, por ejemplo relacionado con el dinero, la salud o el amor: Esos deseos son falsas necesidades.
Si Dios gobierna mi vida entonces estos deseos o necesidades deben estar subordinados a Dios y no a mí.
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¿Cuáles son las consecuencias?
La ira tiene consecuencias. Puedo ofender a otras personas. Puedo causar miedo en ellas. Puedo destruir mi hogar. Puedo pelearme y alguien puede enfrentarme con una pistola. Puedo terminar sintiendo culpa, tensión, dolores, etc.
Estas primeras 4 preguntas te ayudan identificar las reacciones de la ira.
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¿Cuál es la verdad?
Dios está presente y en control de todas las situaciones. Él es soberano. Él está presente y tiene un propósito bueno para ti como su hijo en absolutamente toda situación. El propósito general de Dios es el de re-hacerte a la imagen de Jesucristo, un pacificador y no un iracundo. Cuando una situación no va como tú esperas, piensa así: “No me gusta lo que ha pasado, pero Dios me ha dado esta perfecta oportunidad para convertirme en un persona diferente, más parecido a Cristo.”
La ley de Dios nos habla en situaciones así como un espejo y como una lámpara. Como espejo su ley me dice “ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y toda tu mente, y todas tus fuerzas” y “ama a tu prójimo como a ti mismo.” La pregunta que te debes hacer es: ¿A qué amo más que a Dios y a mi prójimo? Normalmente la respuesta es que te amas más a ti mismo, a tu forma de hacer las cosas, o a la aprobación de otros, o al dinero, o a la salud o al amor. Éste es el problema
de fondo.
Cómo lámpara, su ley te guía. El primer gran mandamiento te dice que ames, confíes, temas y esperes en Dios. Tú puedes confiar en su provisión soberana en las finanzas, salud, amistad, o de amor, en lugar de codiciar estas cosas en otros. Tú puedes amarlo por darte sabiduría y sentido en una situación que previamente fue un pantano emocional que te llevaba a reaccionar con ira.
El segundo gran mandamiento habla de considerar positivamente los intereses de otros. Por ejemplo, si el problema que enfrentas tiene que ver con el tráfico, tú puedes ser generoso en dar el paso a alguien en una intersección. El punto es que este mandamiento se enfoca en la paciencia y otros frutos que se aplican según la situación.
La ley de Dios te muestra que eres culpable de violar sus mandamientos. Eso se llama pecado. El evangelio perdona pecados, restaura tu relación con Dios, te da el poder de ser diferente, y te da esperanza. Puedes regocijarte en el regalo de la gracia y el amor de Dios.
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¿Cómo puedo ir a Dios por ayuda?
Esta pregunta se enfoca en el cambio. Tu ira ha demostrado ser una mentira porque sirve a los falsos dioses que la pregunta 3 identificó. Lo que tú necesitas es arrepentirte, abandonar los deseos y las obras de la carne e ir al Señor de la vida. Necesitas confesar tu pecado, pedir perdón, creer en el evangelio, y pedir sabiduría para poder responder adecuadamente. El resultado de esto será una claridad de mente que te permite estar genuinamente agradecido con Dios, y experimentar contentamiento incluso en medio de la situación que estas atravesando.
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¿Cómo debería responder en esta situación para glorificar a Dios? Hazlo.
El arrepentimiento y la fe nos llevan a cambios concretos de conducta, emoción y pensamiento. A un nivel simple solo podrías respirar, controlarte y relajarte confiando que Dios está en control. Pero Dios nos pide otros frutos también, como ser generosos y amables. Si la situación que enfrentas tiene alguna consecuencia, te disculparás por el inconveniente causado o pedirás perdón si es necesario. Así sentirás el gozo de estar libre del caos emocional de tu pecado. En lugar de sentir esa “sopa de ira” llena de ansiedad, confusión y frustración, tú estarás en paz, con la paz que sobrepasa todo entendimiento que viene de vivir en la luz del evangelio.
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¿Cuáles son las consecuencias de la fe y la obediencia?
La piedad crea un círculo de gracia. Encontramos que la piedad, aunque no garantiza un cambio de situación, muchas veces tiene un efecto bueno en el mundo. Las posibilidades son ilimitadas. En lugar de que tu día se arruine, Dios te ha liberado del pecado y la miseria, y este es, por lo tanto, uno de los días más significativos de tu vida porque estas creciendo en la imagen de Cristo. Has aprendido cómo el mundo de Dios funciona en realidad. Has aprendido como el evangelio funciona y has aprendido una gran lección. Incluso, talvez cuando hables con algún amigo que esté enfrentando un problema similar, serás capaz de “consolar a esos en aflicción con el consuelo que yo he sido consolado por Cristo” (2 Corintios 1:4).
Traducido por Ps. Pablo Landázuri
Iglesia Reformada Luz de Vida
Quito, Ecuador.
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